El hombre sin nombre, el Clint Eastwood

Mítico. Icónico.  Mortífero. Así es “El Hombre sin Nombre”, personaje recurrente y de culto interpretado por Clint Eastwood, el pistolero por excelencia. Han pasado ya varios lustros desde que el director italiano Sergio Leone filmara la famosa “Trilogía del dólar”:  “Por un puñado de dólares” (1964), “Por unos cuantos dólares más” (1965, conocida también como “La Muerte tenía un precio”) y “El Bueno, el Malo y el Feo” (1966). Y a pesar de los años, el personaje protagonista de las tres películas ha mantenido su vigencia en las siguientes generaciones, hasta el día de hoy. 

El enigmático “Hombre sin nombre” es la viva imagen del antihéroe: rostro impenetrable de poblada barba, sombrero y poncho perpetuos, y un cigarro igualmente eterno colgando de los labios. Dicen que Sergio Leone pensó que el cigarrillo serviría para contrarrestar de alguna manera el físico agraciado de Clint Eastwood: ojos claros, cabello rubio, alto y atlético. Parece ser que al director le preocupa que el actor fuese demasiado guapo. 

Pero la fórmula desde luego resultó, y este cazarrecompensas de pocas palabras, misterioso, de mirada gélida y gatillo fácil, forma parte de los mitos del cine, especialmente del género western. Vamos a conocerlo más.

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Sin nombre pero con carisma

Disparar y hacer hacer blanco para él era tan natural como respirar, y se movía como pez en el agua en los ambientes más desfavorables y violentos, con la frialdad de quien no tiene nada que perder: ni siquiera un nombre. El motivo de que se le apodara como “El Hombre sin Nombre” se debe a que no se le llamó con ningún nombre ni apellido concretos en los tres westerns que protagonizó a mediados de los años 60’. En todo caso, en cada uno de los films algún personaje le apodaba de alguna manera. En “Por un puñado de dólares” le llamaban Joe, que en el argot americano significa “colega”. En “Por unos cuantos dólares más”, le apodaban “El Manco” por usar solamente su mano derecha para disparar. Y en “El Bueno, El Malo y el Feo”, le apodaban “Blondie” o el “Rubio”.

Todo empezó a principios de 1964, cuando Sergio Leone produjo la primera película de la famosa trilogía, un euro-western filmado en Almería, y que fue coproducción italo-hispano-alemana. El argumento principal era la llegada de un desconocido y enigmático pistolero a un pueblo del Far West, que actuando como mercenario acaba participando en una contienda mortal entre dos familias del lugar.

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En un primer momento Sergio Leone pensó en adjudicar el papel protagonista al actor norteamericano James Coburn, pero este pedía un sueldo demasiado elevado. Ante la imposibilidad de podérselo costear, la productora le habló de otro actor americano más barato, que había destacado en un papel secundario como vaquero de la serie de televisión americana “Rawhide”. Se trataba de Clint Eastwood, que contaba con 33 años y empezaba a hacerse camino como actor.

 A Leone al principio no le convencía Eastwood: le parecía demasiado joven y bien parecido, aunque su forma de andar sí le gustaba para encarnar el personaje. Finalmente, no le quedó más remedio que aceptarlo por imposición de los productores, que se negaban a contratar a otros actores de renombre (y muy caros) del gusto de Leone.

Clint Eastwood por su parte tampoco tenía muy claro aceptar el personaje, ya que el inglés empleado para escribir el guión le resultaba algo raro. Pero al mismo tiempo era la oportunidad de protagonizar por primera vez una película, por lo que acabó aceptando y tuvo que hacer una metamorfosis: la de transformar el personaje de “vaquero pulcro y amable” de la serie “Rawhide” en un pistolero solitario de imagen sabiamente descuidada, enigmático, rápido y mortífero como una serpiente venenosa. Un cazarrecompensas del que nadie sabe nada, sin pasado, sin ideales, descreído y con brillo de acero en unos ojos claros a los que nada sorprende. Su indumentaria estaba compuesta por botas, espuelas, pantalones ceñidos, camisa, chaleco de cuero abierto y sin mangas, sombrero raído, cartuchera y un inevitable poncho mexicano, recordando a la capa de los antihéroes. 

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Un personaje que se amoldó al carácter de Clint Eastwood

Con el paso de los años y cuando tanto el personaje de “El Hombre sin Nombre como la trilogía western que protagonizó eran icónicos, Sergio Leone hizo una confesión. Al parecer, fue el personaje quien se adaptó a la personalidad de Eastwood más que a la inversa. En la vida real, el actor es hombre de pocas palabras, sereno, con un carácter que recuerda a un felino. Leone comentó que Eastwood siempre tenía sueño, justamente como un gato, y en los descansos aprovechaba para dormir en el interior de un coche. Pero cuando se reincorporaba al rodaje su energía era sorprendente, se transformaba, parecía otra persona. Observaba muy atento todos los detalles del rodaje intentando aprender cómo se filmaba una película, algo que sin duda le ayudó a convertirse en un gran director con el paso de los años. 

Cuando no había que rodar, Clint desaparecía. Era tan misterioso como su personaje. Le gustaba estar solo, no se relacionaba con sus compañeros, jamás salía. Pero a la hora de trabajar no protestaba por nada, era muy disciplinado, los caprichos no existían para él. 

Así hizo suyo el personaje de “El Hombre Sin Nombre” en la llamada Trilogía del Dólar, llevando el género cinematográfico “spaghetti western” a formar parte de los iconos del séptimo arte. También se convirtió en inspiración para la creación posteriores personajes de ficción como Boba Fett, el cazarrecompensas de Star Wars, el mercenario Snake Plissken, protagonizado por Kurt Russell en “Escape de Nueva York” (1981) y “Escape de los Ángeles” (1997),  y más recientemente a “The Mandorlian”, el pistolero galáctico solitario.

Clint Eastwood alcanzó el éxito cinematográfico en Europa antes que en su país natal, y fue gracias a la Trilogía del Dólar, que poco a poco le abrió las puertas de la celebridad a nivel mundial. La carrera del actor no dejó de crecer, alcanzando igualmente mucho éxito de público y crítica en su faceta como director. Tiene un total de cuatro premios Oscar en su haber, algunos de los cuales el actor dedicó a Sergio Leone. Era inevitable, como el cigarro perenne sin el que ahora es imposible imaginar a el Hombre Sin Nombre.

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